Es complicado ser objetivo cuando una de las bandas que más escuchaste en tu adolescencia se presenta una vez más en Buenos Aires. Sin embargo, y a pesar de cualquier fanatismo, lo de Stone Temple Pilots el sábado 4 en el Estadio Luna Park fue impecable. El comienzo fue a todo o nada: “Crackerman”, “Wicked Garden” y la consistente “Vasoline” abrieron una noche cargada de buenas canciones y acordes sucios. El público no paró de saltar un segundo y el agobiante calor hizo lo suyo.
Scott Weiland dio rienda suelta a todo su carisma con “Heaven & Hot Rods” demostrando la capacidad de su voz al máximo. Presentaron algunas canciones del homónimo disco nuevo: la comercial “Between the lines” y “Hickory Dichotomy”. El show tomaría un ritmo más pausado con la bella “Still Remains” y la cálida “Cinnamon”.
“Big Empty” fue el pie perfecto para que el guitarrista Dean DeLeo luzca su peculiar estilo al tocar: riffs desprolijos cargados de acordes rebuscados y un gran virtuosismo con el manejo del slide; todo esto apoyándose constantemente el denso y poderoso bajo de su hermano Robert DeLeo, que no dejó de caminar de un lado al otro del escenario durante todo el show, y el prolijo estilo de manejar los tiempos del baterista Eric Kretz. Stone Temple Pilots es un cuarteto de individualidades muy marcadas pero que funcionan en perfecta combinación; será por eso que los solos de Dean DeLeo no necesitan de segundas guitarras para sonar únicos y a su vez armónicos.
El clásico de Led Zeppelin “Dancing Days” (a estas alturas también un clásico en vivo Stone Temple Pilots) abrió la segunda mitad del show, seguida de “Silvergun Superman” y la multi tarareada “Plush”. El mejor momento de la noche se lo llevó “Interstate Love song” con luces prendidas y el público en su totalidad cantando la letra y los riffs de la guitarra. “Down” sonó como un macizo ladrillo de sonido y el cierre para la super pogueada “Sex Type Thing”.
Weiland arrancó los bises, megáfono en mano, con las primeras frases de “Dead & Bloated” y la audiencia enloqueció. Un cierre potente y de la mano de, a humilde criterio de esta cronista, el mejor tema de la banda, “Trippin on a hole in a paper heart”; canción que resume en tres minutos de puro sonido Pilots, vida y obra del carismático líder de la banda.
Stone Temple Pilots brilló, demostrando a pesar de los años y los excesos, que mantienen intacta esa esencia que en los 90´s los posicionó como una de las mejores bandas del momento. Fueron capaces de reversionarse a sí mismos con cada disco que editaron y esa mezcla de pop y grunge los hizo únicos. Faltaron temas, pero eso siempre pasa, tal vez un “Bing Bang Baby” hubiese dejado a todos contentos. Al menos dejaron una excusa para volver: nos deben una canción.