Del 07 de Diciembre al 11 de Marzo, el Centro Cultural Borges ofrece una selección de 70 fotos del reconocido fotógrafo de rock Bob Gruen. Por su lente pasaron los más grandes íconos de la historia de la música: John Lennon, Muddy Waters, los Rolling Stones, Elvis, Madonna, Bob Dylan, Michael Jackson y Bob Marley, entre muchos otros. Compartió giras con bandas new wave de finales de los años 70´s como Blondie y tuvo el lujo de registrar lo mejor de la escena punk de Inglaterra: Los Sex Pistols y The Clash.
Es difícil hacer un análisis en términos de creatividad cuando uno ve una muestra como la de Bob Gruen. Se trata de un registro histórico, de un fotógrafo que supo entrar en escena en el momento exacto y tuvo el privilegio de fotografiar a los más grandes de la historia en su mejor momento. Sus imágenes trabajan el lenguaje referencial aplicado a hechos históricos. Sucesos reales volcados a contar aquello que aconteció. Entonces uno se encuentra con Debbie Harry, cantante de Blondie, sacando la lengua provocativamente a cámara abrazada a un flaquito con flequillo que fuma y toma una cerveza. Ese muchachito de minúscula apariencia no es otro que Iggy Pop. La iguana y la blonda se encuentran en el back stage de un concierto en Canadá en 1977.
Los Sex Pistols miran a cámara, fuman y se emborrachan en un avión. En la misma imagen, una nena también mira a cámara. Son el ying y el yang, todo en una misma ecuación de luz. La filosofía punk, individualista, autodestructiva, pesimista y rebelde, se sienta detrás de la inocencia que puede transmitir la mirada de un niño. No se trata de una gran imagen a nivel técnico, pero registra un momento único. Eso es Bob Gruen, un fotógrafo capaz de estar ahí, y sacar de sus retratados un dejo de complicidad y espontaneidad a la vez. Su cámara es testigo y secuaz. Eso es lo que lo hace tan particularmente bueno.
Algunos momentos típicos del Rock, como Los Ramones esperando un vuelo aburridísimos en el aeropuerto de Nueva York. Momentos impensables, como Alice Cooper junto a Salvador Dalí. John Lennon y Yoko Ono abrazando un pequeñísimo Sean Lennon, o compartiendo unas melodías al piano junto a Mick Jagger. No hay retratos robados, pero sí la famosa esencia del instante preciso que nos ha dejado Cartier Bresson. Los dejos de espontaneidad de los protagonistas de cada una de esas imágenes se funden con la presencia del fotógrafo. Bob Gruen tiene la capacidad para mostrar a través de sus fotos una mezcla entre humildad y efervescencia que todo rock star debe tener. Keith Richards y Tina Turner sonrientes abrazando una botella de Jack Daniels, el amor incondicional de Lennon y Yoko caminando de la mano por un parque. Misceláneas de una generación llena de historias que se pueden contar solo con mirar sus fotografías.
A la muestra se le suma otro gran ingrediente: imágenes en vivo. Tal vez en su costado más creativo, Bob Gruen logra un excelente registro de los más grandes momentos de la historia del rock: Elton John volando sobre su piano, una eufórica Tina Turner zarandeando sus cortos vestidos plateados, Steven Tyler contorsionado le canta a un montón de manos que lo idolatran desde la oscuridad del público, David Bowie con guantes de boxeo y la hermosa Patty Smith dando todo de si frente al micrófono.
La muestra es variada, sumamente interesante, pero tiene dos detalles que le juegan en contra. Por un lado la impresión de las fotos fue hecha en un 80% con un sistema de ploteos montados en fibrofácil. En cierta forma esta elección le quita el romanticismo que una imagen impresa del negativo original suele tener. Son pocas son las copias en papel fotográfico, y esas copias originales enmarcadas correctamente, justifican el invaluable registro históricos de Bob Gruen. Por otra parte, en un costado de la sala, se encuentra una inentendible instalación con una cama, cassettes viejos y un montón de imágenes fotocopiadas pegadas en la pared. Se entiende que la intención es simular la habitación de un adolescente colmada de las imágenes que el fotógrafo publicó a lo largo de los años para las revistas Creem y Rock Scene; pero verdaderamente la instalación no aporta ningún sentido, muy por el contrario opaca el nivel fotográfico de todas las fotos que se compilan en la muestra.
A pesar de estos detalles la exhibición justifica una visita. Al fin y al cabo, es solo rock n´roll.
Los Sex Pistols miran a cámara, fuman y se emborrachan en un avión. En la misma imagen, una nena también mira a cámara. Son el ying y el yang, todo en una misma ecuación de luz. La filosofía punk, individualista, autodestructiva, pesimista y rebelde, se sienta detrás de la inocencia que puede transmitir la mirada de un niño. No se trata de una gran imagen a nivel técnico, pero registra un momento único. Eso es Bob Gruen, un fotógrafo capaz de estar ahí, y sacar de sus retratados un dejo de complicidad y espontaneidad a la vez. Su cámara es testigo y secuaz. Eso es lo que lo hace tan particularmente bueno.
Algunos momentos típicos del Rock, como Los Ramones esperando un vuelo aburridísimos en el aeropuerto de Nueva York. Momentos impensables, como Alice Cooper junto a Salvador Dalí. John Lennon y Yoko Ono abrazando un pequeñísimo Sean Lennon, o compartiendo unas melodías al piano junto a Mick Jagger. No hay retratos robados, pero sí la famosa esencia del instante preciso que nos ha dejado Cartier Bresson. Los dejos de espontaneidad de los protagonistas de cada una de esas imágenes se funden con la presencia del fotógrafo. Bob Gruen tiene la capacidad para mostrar a través de sus fotos una mezcla entre humildad y efervescencia que todo rock star debe tener. Keith Richards y Tina Turner sonrientes abrazando una botella de Jack Daniels, el amor incondicional de Lennon y Yoko caminando de la mano por un parque. Misceláneas de una generación llena de historias que se pueden contar solo con mirar sus fotografías.
A la muestra se le suma otro gran ingrediente: imágenes en vivo. Tal vez en su costado más creativo, Bob Gruen logra un excelente registro de los más grandes momentos de la historia del rock: Elton John volando sobre su piano, una eufórica Tina Turner zarandeando sus cortos vestidos plateados, Steven Tyler contorsionado le canta a un montón de manos que lo idolatran desde la oscuridad del público, David Bowie con guantes de boxeo y la hermosa Patty Smith dando todo de si frente al micrófono.
La muestra es variada, sumamente interesante, pero tiene dos detalles que le juegan en contra. Por un lado la impresión de las fotos fue hecha en un 80% con un sistema de ploteos montados en fibrofácil. En cierta forma esta elección le quita el romanticismo que una imagen impresa del negativo original suele tener. Son pocas son las copias en papel fotográfico, y esas copias originales enmarcadas correctamente, justifican el invaluable registro históricos de Bob Gruen. Por otra parte, en un costado de la sala, se encuentra una inentendible instalación con una cama, cassettes viejos y un montón de imágenes fotocopiadas pegadas en la pared. Se entiende que la intención es simular la habitación de un adolescente colmada de las imágenes que el fotógrafo publicó a lo largo de los años para las revistas Creem y Rock Scene; pero verdaderamente la instalación no aporta ningún sentido, muy por el contrario opaca el nivel fotográfico de todas las fotos que se compilan en la muestra.
A pesar de estos detalles la exhibición justifica una visita. Al fin y al cabo, es solo rock n´roll.
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